sábado, 19 de diciembre de 2020

LOS MATACHINES

 


Brindo por FRANCISCO VARGAS!

brindo por su nostalgia navideña!

brindo por un icono fiestero

promotor de disfraces y comparsas 

que en novenas de aguinaldos, cada año

alegraba las tardes taciturnas de mi pueblo

y hacía reír con bailes y gracejos

al juez, al policía, al alcalde y al concejo,

a las muchachas expectantes o atrevidas,

a los niños que carentes de circos y de cine,

esperaban la hora vespertina

ansiosos de ver Los Matachines.

 

Y aparecía con caretas y trapos sobrepuestos

un combo de diablos y mancarrias,

los payasos y personajes que mostraban

la caricatura social de nuestra patria.

Todo el año pendiente con sus lentes

estaba Pachito al tanto haciendo sus libretos,

a quien diera papaya por sus actos o sus gestos

le figuraba comparsa, y rodeado por la gente

salían los cuadros de manera irreverente:

ya las reinas de belleza, deportistas y caudillos,

el telegrafista y el cartero, el cuchano y el gerente.

 

Porque Pacho si supo de aguinaldos.

Desde niño con su vocación de comediante

aprendió la tradición de nochebuena

moldear el barro y con papel hacer caretas.

Llegaban disfrazados de “madamas”

muchos otros bufones de vereda,

con sus cuadros de viejitos borrachines

del quince al veinticuatro hacíamos la novena.

Ya habían pasado con sus picardías

en casi medio siglo, otros bufones:

recuerdo a Héctor Vargas, Luis Rincón y don Penacho,

don Joselín y don Trino, personajes impulsores

Neptaly con su banda musical de Tibacuche

y todo el grupo de Runtanos alegrones,

Alfonso, Misael, Rubén, Luis, Arturo y Edilberto

don Ulloa y su venta de ilusiones,

Marquitos “Mirlo” infaltable voluntario,

Crispín, Javier y don Asdrubal,

con sus cómicas funciones.

Se vestían matachines de mil formas

hasta los burros salían con pantalones,

y los muchachos que metidos en la fiesta

completábamos la feria de emociones.

Muchas tardes de aguinaldo hubo corridas

con Humberto, don Pablo y su tambora,

con Javier y doña Irene, la silueta femenina

vimos la figura de un señor de baja talla

salía don Enrique a torear la vacaloca.

 

Me reclaman si no digo en mi reseña

que era función de las veredas cada día,

los sacerdotes listaban rosarieras

que salían con el pesebre y las posadas;

niños tiernos con túnica y bastones

encarnábamos a reyes y pastores.

El alcalde organizaba comitivas

los centranos esperaban con copas de aguardiente

y, don Pedro, don Carlos, don Alfredo

y don Humberto, con el conjunto, a dar la bienvenida.

Era un aguinaldo de fiesta y alegría

y entre ruidos y bullicio rezaban los devotos,

nos gustaba entonar los villancicos

a media noche la cuna se mecía.

Las mujeres hacendosas hacían los amasijos

los tamales, los mutes y la chicha.

Para los vagos, bailarines y bohemios,

era una parranda prolongada y sin medida.

 

Si me preguntan un disfraz, obra maestra

pa recordar esas fiestas de diciembre,

hay un recuerdo inolvidable de locura

cuando salieron dos aves con cresta y con copete

se enojaron señoritas y señoras y anunciaron

que nos daban pellizcos y hasta fuete

porque El Pacho sinvergüenza y atrevido,

se vistió de gallo pa echar “El polvorete”.