miércoles, 17 de junio de 2020

DEL CONCIERTO AL DESCONCIERTO



 Relato anecdótico.

Los campesinos y los artistas del municipio ya tenían agendadas en el calendario cada año, algunas actividades culturales en las que estaban llamados a participar. Tales eran: las tardes de aguinaldo, la fiesta del campesino, el día de la madre, las fiestas patrias que tenían gran realce y los bazares que se organizaban en el área urbana y las veredas.

Finalizaba la década de los setenta. Muchos jóvenes que habían emigrado, volvían con alegría en estas ocasiones llevando sus nuevas prendas adquiridas, grabadoras, discos o cassettes con las últimas tendencias musicales, algunos billetes en el bolsillo y un cargamento de abrazos para sus amigos y las chicas que volverían a ver después de algún tiempo.

En esa ocasión, se celebraba la Fiesta del Campesino. Recuerdo que el padre Juan celebró una misa campal, desde una tarima de aproximadamente seis metros cuadrados que hicieron en el corredor de la casa cural, a una altura aparente de un metro con cincuenta centímetros.

No fue fácil armar ese escenario porque se carecía de materiales: sobre soportes de madera amarrados con lazos y rejos, colocaron unas hojas de tapial. (Estas eran placas de tablas apuntilladas resistentes que servían para construir las paredes de tierra o de tapia pisada). Instalaron el viejo amplificador de tubos de La Parroquia o de la Alcaldía, un micrófono pesado que podía usarse con o sin base, algunas cornetas y el resto era buen ambiente y buena voluntad.

Hubo discursos y aplausos dentro de un programa cultural en el que los protagonistas fueron los mismos campesinos. Por alguna esquina aparecieron Los Hermanos Martínez con sus instrumentos, dieron una ronda corta y se fueron a buscar sombra en la tienda de Pachito, a afinar las cuerdas y tomarse unas cervezas para preparar la garganta. Tras ellos se fue todo un combo de ansiosos fans que gustaban de su repertorio.

La llegada de los Martínez a Cheva o a Jericó, no pasaba desapercibida porque se admiraba su calidad de interpretación en géneros musicales contemporáneos de Colombia, por eso los maestros de los conjuntos locales querían integrarse con ellos largos ratos para compartir su sabiduría y su destreza. Igualmente se contaba con ellos para serenatas y veladas.

En la tarima, hubo sainetes, coplas cómicas a montón y dirigidas para la ocasión, conjuntos musicales de las veredas, El Conjunto del Centro, niños que declamaban y grupos de danzas a los que teníamos que abrirles espacio en la calle pavimentada, porque el escenario era insuficiente. Ufff! En esa época, había mucha participación, espontaneidad y talento.

En la tienda de Pachito el ensayo seguía. Solamente interfería el sonido de la cerveza al ser destapada. Se les ocurrió agrandar el grupo: llegaron más instrumentos de cuerda, guacharacas, maracas o capachos y Pacho para hacerse parte no consiguió más que una botella de vidrio vacía y llevaba el ritmo percutor con un destapador metálico.

Y bueno… llegó el momento…

-          Vámonos güevones, que ya nos corresponde el turno.

Estaba bonita la función, y yo estaba con los niños de similar edad en primera fila. Anunciaron a Los Hermanos Martínez y cuando subieron a la tarima, ésta se quedó pequeña para tanto artista. Eduardo, Joaquín, Julio y muchos más, y en un extremo, Pacho con sus gruesos lentes, con el destapador y la botella, con su rostro alegre y chapiado, que revelaba algún grado de inestabilidad por las cervezas consumidas.

Interpretaron un vallenato punteado en guitarra y recibieron los aplausos del público y bajo ellos chirriaba la armazón de palos. Por supuesto que los músicos se agitaban rítmicamente. Anunciaron la siguiente canción, estimularon al público que saliera a bailar y el alcalde y sus empleados brindaban copas de aguardiente. Sin lugar a dudas la presentación de los hermanos Martínez subió el estado de ánimo.

Inesperadamente se cayó la tarima. Crujieron las tablas, de un tiple saltaron astillas, se oyó el golpe sordo de cuerpos pesados contra el piso, unos sobre otros procuraban levantarse en medio de quejidos y exclamaciones y algunas risas en el público. En medio del polvero levantaron unas guitarras ilesas, muy cerca a donde estábamos los niños asustados. Vimos a Pacho que estirado en el suelo pareció más grande. Apenas se sintió en el aire, las gafas volaron, agitó la mano pero no soltó el frasco y al caer lo estrelló sobre el baldosín de colores, salieron pedazos de vidrio en todas las direcciones.

Algunos comenzaron a incorporarse entre las tablas desordenadas, otros seguían en el piso. En medio del caos, Pacho se levantó, sacudió la cabeza, y con una expresión facial que aún revelaba la sorpresa del accidente y sin preguntarse cómo estaban los compañeros del conjunto me vio y dijo:

-          Pedrito, vaya ligero… dígale a mi mamá que me mande otra botella!


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Derechos Reservados Copyright © 2020
Pedro Nel Pineda Gómez.


Imagen: De la Internet


7 comentarios:

  1. Que buena historia, si no estoy mal esos fue en los 60 por q el único de los artistas q conozco es Panchito...

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    1. Gracias Leao por su lectura y comentario, y lo invito para seguir este Blog, porque si Dios permite la tarea continua.

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  2. Me alegra estimado amigo, Pedro Nel, que haya decidido abrir el blog, es una ventana al mundo y una gran herramienta para poder compartir nuestras ocurrencias para que sean leídas en otras latitudes.

    Un historia muy de la tierra, la que hoy nos comparte.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias poeta Rafael Humberto oor su estimulante comentario Le deseo muchos éxitos e inspiración para que siga cautivando lectores y sumando trofeos con sus hermosos"VERSOS AL VUELO".

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  3. Felicitaciones, amigo Pedrito por esa pluma de oro que mi Dios le regalo y por tenernos en cuenta a la familia Martínez Cuevas en sus escritos muy hermosos recuerdos, Un fuerte abrazo y que Dios me lo bendiga y a su familia.

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    1. Me satisface que uno de los protagonistas de este relato, haga tan bonita manifestación. Sabe usted, Eduardo, el gran afecto que nos une. Mi saludo para Julio y toda la familia Martínez Cuevas. Mi respeto profundo a la memoria de don Joaquín, el inolvidable "PARIENTE".

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  4. Gracias Don Pedro por sus líneas cargadas de historia y cultura que nutre nuestra memoria y literatura local. Igualmente un saludo para los protagonistas que se vienen a mi memoria.

    Joaquín Martínez Q. E. P. D. "El pariente" Saludo a su esposa Rosario, sus hijos Harbey, Liliana y Andrea.

    Pachito "El del correo y encargado de las Campanas". Le pediría un gran favor de relatar esas historias que nos recuerdan nuestro pasado sin igual.

    Dios lo bendiga Don Pedro, junto a su hermosa y prestigiosa familia. Usted sabe que los aprecio y admiro. Un abrazo.

    William Torres.

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